Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿ Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo? Fernando Pessoa (1888-1935) Poeta portugués.
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martes, 11 de diciembre de 2007

lunes, 3 de diciembre de 2007

Descubrimiento.

Aquella mañana desperté miré por la ventana e hice un descubrimiento abrumador: ¡Ya no existía más campo! Las cuchillas afiladas de las grúas habían ido cercenando terreno tras terreno a la vegetación hasta transformar mi tierra y las demás naciones del mundo en una enorme ciudad.
Los océanos estaban ahora franqueados por miles de puentes por los que circulaban millones de vehículos; las altas cordilleras habían sido agujereadas por cientos de túneles como queso de gruyere y a las cumbres más altas se accedía en veloces y precisos teleféricos. Los mares internos habían sido desecados y sus antiguos fondos marinos estaban poblados por barrios perpetuos y populosos; en los polos vivía más gente que en el desierto más árido, y el desierto más árido era un grandioso gueto donde la gente se mataba por conseguir un vaso de agua.

Pero ante semejante panorama mundial no me arredré y dispuse todo para salir al campo. Me calcé las botas de montaña, me puse los calcetines gruesos, los pantalones impermeables, el anorak. Rellené una mochila con diversos alimentos y bebidas isotónicas; me calé mi gorra de lana, mis gafas de sol para nieve y mis guantes de piel sintética.
A continuación descendí hasta el piso bajo de mi chalé, abrí la puerta corredera salí al patio y allí estaba: El centenario sauce llorón. Desplegué una silla abatible bajo sus ramas, me endosé unos cascos con una grabación de sonidos de la naturaleza y allí me acomodé, dispuesto a permanecer el largo fin de semana de puente en el lugar más parecido a la naturaleza que quizá existiera en miles de kilómetros a la redonda.